La cena se enfriaba en la mesa mientras nuestros cuerpos ardientes se fundían en incontrolables caricias.
Invisible
La cena se enfriaba en la mesa y como si nada hubiera pasado, mis cubiertos descansaban sobre el mantel. En la televisión empezaba nuestra serie favorita y en el frigorífico seguían colgadas las fotos de la excursión al zoo de Barcelona.
Una alarma procedente del reloj de la cocina marcó las once en punto, la hora de nuestro beso periódico, una tontería de enamorados.
Y en ese instante, observando un mundo que no hace mucho me pertenecía, me quedé más gélido y pálido si cabe, intentando en vano secar las lágrimas que le caían por las mejillas.
Si aquel día no hubiera cogido el coche…
Miércoles laboral
La cena se enfriaba en la mesa. No había acabado de servirla cuando empezó a sonar en la radio su canción favorita, “Wind of Chance" de los Scorpions.
Tras un cruce de cómplices miradas, su marido se levantó y le preguntó:
<< ¿Me concedes este baile?>>.
Y seducida por su príncipe, se dejo llevar olvidándose de que al día siguiente tocaba madrugar.
Y a ese baile, le siguió un beso.
Y a ese beso, otro.
Y los platos ya no humeaban, eran sus cuerpos ardientes los que se fundían en uno sólo.
¿Y después?
Después se quedó tan tonta como la primera vez.